Se puede ser campeón por talento y por pegada, sin necesidad de equilibrios tácticos, porque el que tiene lo primero vence siempre en el duelo de desequilibrios. Ése era el Madrid que enlazó tres Champions, títulos que se ganan con dos directos, al KO. Era el Madrid de Zidane pero también el Madrid de Cristiano. Pongan ustedes el orden. Se puede ser campeón por talento, equilibrio, solidaridad y resistencia, aunque la pegada no sea la misma. El Madrid que lo va a ser es el de Zidane y muchos otros, desde Courtois a Sergio Ramos, desde Casemiro a Modric, desde Carvajal a Benzema. En ese Madrid no hay discusión posible acerca del orden. Es un campeón de entrenador, el campeón ZZ.
En Granada dejó el título pendiente de un disparo, un tiro de gracia para el que tiene dos oportunidades, después de acertar en nueve seguidas. En esta Liga poscovid no debería hablarse de un Madrid arrasador como de un Madrid infranqueable y sufriente, dinámico y cambiante, capaz de jugar de formas diferentes. Frente a uno de los rivales mejor diseñados tácticamente de la Liga, ofreció un gran ejercicio de control durante en el primer periodo, con la bandera de Modric, y soportó a continuación con estoicismo la tormenta, con Sergio Ramos hecho un Neptuno.
Zidane optó por cinco centrocampistas, la fórmula que ya utilizó con éxito en la Supercopa, en Arabia. La posesión iba a aumentar. El problema era perder profundidad, por lo que el técnico ordenó a Modric adelantar su posición, situarse en la mediapunta que ya conoce, cerca del área, y donde cada uno de sus pases es cicuta. A la misma altura, Isco, con Valverde, Kroos y Casemiro un paso atrás. La línea la complementaba un 9 que no es delantero centro, al que no le gusta estar en el área, sino llegar al área. Lo peor de Benzema para los defensas no es su remate, sino su movimiento, inclasificable. La impresión es que la pócima le gusta a Zidane, un tipo con pies y alma de pelotero, pero no es algo para tomar todos los días.